Mariguanadas al nivel intelectual.
La crisis moral, social, económica y política que se vive en México motiva a más de uno a efectuar afirmaciones sin sentido e irresponsables, en torno a la legalización de las drogas.
El hecho que “prestigiosos intelectuales” lo afirmen, así lo demuestra. Se trata en la mayoría de los casos, de una visión netamente materialista y libertinas, “soluciones” superfluas en definitiva.
Recientemente, una figura “popular” o pública afirmó en este pantano, la necesidad imperativa de legalizar las drogas o por lo menos de iniciar el debate nacional; ello implica sin dudas, el riesgo de diseminar en la “tierra de ciegos”, el veneno ideológico del “rey tuerto”.
Si bien una “guerra” directa en contra del hampa por sí misma, no podrá mejorar nunca la situación social de la nación, sin asumir simultáneamente otras “guerras gubernamentales” como aquellas que apoyen y mejoren el poder adquisitivo de la moneda nacional, la situación laboral de millones de mexicanos y qué decir del combate a la corrupción; legalizar las drogas, mucho menos lo logrará.
En efecto, quienes defienden tal postura sólo apoyan la conversión y legalización de los capos en empresarios, con derecho tan sólo por ello, a invertir sus ganancias en cualquier sector político, socio económico, (entiéndase no sólo ya abiertamente en campañas políticas, sino en sectores estratégicos como el energético) es decir, se pugna por la consolidación de un verídico narco Estado, tan negado por el gobierno federal.
De este modo ni al Estado Gobierno, mucho menos a la Sociedad Mexicana conviene debate alguno en torno a la legalización de drogas. Se trata simple y llanamente de otra moda internacional disolvente, destructora de la vital sangre de toda nación: la juventud nacional.
Ni la más sagrada de las libertades “demócratas” debe servir para fundar tal intención, pues claramente ningún beneficio dejará al “ciudadano de a pie” tal debate, por el contrario, sólo pérdidas de energía y de recursos económicos tan “escasos” como siempre.
Y es que es bien sabido que la mafia dirige principalmente, sus esfuerzos a enfermar a la juventud nacional, desde la misma infancia. Casos de inducción al vicio de la droga, en la parte externa de los centros de educación primaria se hallan registrados.
Esfuerzos que no tan sólo pretenden esclavizar a los futuros adultos, a fin de garantizar un mercado constante y vasto, pues a la vez, se obtiene el objetivo político de debilitar a la nación, que crease o no, existe y se practica por entes no formales desde el exterior y no de forma exclusiva respecto de nuestro país.
Un joven enfermo por el vicio de la droga, representa un ciudadano útil menos, un patriota menos, un constructor de la grandeza nacional menos, un padre de familia débil, sin aspiración y sin responsabilidad asumida, ejemplo negativo a seguir por su prole.
Que la familia y no el Estado es la principal base para educar, es cierto. Pero también es verdad irrefutable que una familia desamparada por el Estado se convierte en víctima y no en aliada del mismo.
Corresponde pues a ambas instituciones, la familia como primera etapa y el Estado como segundo, forjar al ciudadano útil y productor de riqueza tanto material como espiritual. No corresponde fomentar al vicioso, al ser sin virtudes, pues éste no requiere de formación, surge precisamente por ausencia de ella, en razón del abandono.
El gobierno nacional de optar por un debate en torno a la legalización de las drogas, estaría asumiendo un papel incongruente.
Ello es así pues, ante la opinión pública internacional (a través de la firma de tratados y convenios) y en lo que concierne a la forma de juzgar a menores de edad, ha adoptado el principio del interés superior del adolescente.
Dicho principio contrario a lo que se pueda creer, no se limita al espectro del procesal legal o régimen de sanciones del adolescente cuando comete infracciones, pues el mismo debe ser observado por el Estado en áreas administrativas, así se trate de funciones que impliquen la ejecución de una norma o bien la creación de la misma, siempre que se hallen relacionadas con adolescentes.
De este modo pensar en una ley que permita la venta de determinada medida de drogas, no hace más que incrementar la posibilidad de que cualquier infante o adolescente acceda a las mismas, aunque originalmente sea en pequeñas dosis y con fines de “diversión” o experimentación, pues su adquisición sería posible en cualquier tienda de la esquina.
La experiencia propia y el sentido común nos enseñan que abierta la posibilidad de conseguir lo menos, se procurará obtener lo más, especialmente al traspasar la barrera entre el ser curioso y ser adicto.
Lo relevante aquí es pues, la propagación del vicio y desde luego el enrarecimiento del ambiente social dominical (por decir algo), para quienes decidan no acceder a la nueva moda.
Luego, que el Estado propague el consumo adictivo de las drogas a través de leyes, atenta contra el compromiso internacional de asumir acciones y procesos que tiendan a garantizar el desarrollo integral y la vida digna no sólo de los adolescentes, sino de la niñez mexicana, así como el compromiso de garantizar las condiciones materiales y afectivas que permitan vivir a aquéllos, plenamente para alcanzar el máximo bienestar; que es lo que implica sustancialmente el mentado principio.
Ahora que si vivir con bienestar material implica para los “intelectuales” pro legalización, incentivar y propagar el consumo “regulado” de drogas, que se ha de sumar al alto índice de consumo de alcohol por parte de la juventud Mexicana, propongamos de una vez la legalización del consumo de la carne humana, que en la “civilizada y tolerante” Alemania ya se discute, en defensa de los… ¡¿derechos humanos?! de los desvalidos y famélicos antropófagos.
Religión, Independencia y Unión.
0 comentarios:
Publicar un comentario