De aviadores, verdades y cosas peores.
Hugo Triano Gómez.
No hay más, ser aviador -alguien que cobra sin trabajar- es ruin. Exhibe de quien acepta serlo, carencia de sentido social. Su proliferación es en efecto una calamidad, un lastre. Uno que no solo debilita las arcas de las administraciones públicas que es donde comúnmente se da, sino que refleja también la poca estima de quien acepta el rol y la soberbia de quien lo promueve y lo permite.
No hay más, ser aviador -alguien que cobra sin trabajar- es ruin. Exhibe de quien acepta serlo, carencia de sentido social. Su proliferación es en efecto una calamidad, un lastre. Uno que no solo debilita las arcas de las administraciones públicas que es donde comúnmente se da, sino que refleja también la poca estima de quien acepta el rol y la soberbia de quien lo promueve y lo permite.
Más que creíble, no es aceptable
que un gobierno no esté al tanto de cuánta gente integra su plantilla laboral.
Tiene, si no que conocer a todos sus integrantes con nombre y apellido, por lo
menos la obligación de saber que en cada área se encuentra la gente que se
requiera para tal tarea. Ni más, ni menos.
Ahora que el nuevo gobierno en
Tabasco ha confirmado la existencia de "aviadores" en las dependencias que recibió,
inició la marcha hacia un camino sin retorno, uno que no acepta ambigüedades,
uno que tiene que llevar no solo a la corrección de la conducta sino hasta el
fincamiento de responsabilidades.
Y es que el sentido común relaciona
sin dificultad la "fuga de recursos" que se dio por la manutención indebida de
los aludidos, con
los problemas
financieros que enfrenta el Estado. No importa en verdad, si la contribución de
dicha fuga al daño causado fue poca o mucha, el daño -se confirma ahora- existió y es sancionable.
No hay tampoco que ser doctos en
cuestiones legales para advertir que mediante el pago a "aviadores"
podrían
tipificarse actitudes fraudulentas, desvío de recursos y hasta daño patrimonial
previstas en la norma, agravada por el hecho de que no hubo el mínimo recelo
para cuidar, administrar el recurso público por parte de quienes juramentaron hacerlo.
Es cierto que no hay documentado -al menos en Tabasco- el caso de algún "aviador" sancionado; ello no significa que no pueda
suceder. Lo que debe estar claro, es que no bastará con "sacarlos
de la jugada",
con "acabarles su agosto" claro si se quiere ser congruente con la "clásica"
frase aquella de
que el actuar del gobierno siempre será "en estricto apego a la
ley".
Ser estricto es lo
que se requiere, aunque una vez más . . .también valor.
Obvio es que la nueva
administración en Tabasco deberá conducirse con extremo cuidado a la hora de
llamar a alguien así. Se trata de castigar a quien lo merezca, no de hacer
pagar a justos por pecadores. Ante ello será menester recurrir a los
expedientes de cada quien, que deben existir, para determinar qué función
desempeñó, desde el tiempo en que inició y qué resultados ofreció. La falta de
estos, por muy duro que parezca, pudiera representar la justificación que el gobierno necesita para
deshacerse legalmente de quienes no requiere.
La administración pública
ha sido por años un negocio de pocos en detrimento de muchos. Se requieren por
tanto decisiones frontales, arriesgadas pero valientes, impopulares pero
justificadas.
Aunado a ello, no es posible pensar que los municipios se excluyan de una purga de semejantes
dimensiones. Más que por quedar bien con alguien, por salud propia deberán
reflexionar que el ejercicio es indispensable para "estirar"
y hacer eficiente el poco recurso con el que cuentan. Deben
abstenerse de caer en la tentación de solo sustituir unos (allegados) por otros, confiando
en la falta de atención y en la protección estatal. Deben ser conscientes que los Ayuntamientos pudieran ser vistos como el "refugio
natural" de
quienes, cual ratas del barco, han huido de éste cuando empezó. . . a naufragar
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