De deudas, negativas y aves fénix.
Hugo Triano Gómez.
Que las cosas se hayan hecho con anterioridad y que se presuma que "todos" lo hicieron, no necesariamente significa que haya que hacerlo. Tampoco que sea natural, incluso que esté bien.
Es cierto que las modas motivan,
incitan, convierten la posibilidad de retraerse en algo más que difícil, casi
casi en un imposible. Empero cuando lo que está en juego es el dinero público,
es obligado considerarlo.
En México no hay duda que los
endeudamientos a los que han recurrido los Estados y los municipios, más que un
remedio para los males nacionales, se han convertido en un nuevo lastre. Uno en
el que la indebida comprensión del poder, la incapacidad y hasta la mala fe,
han sido cómplices.
Ante ello suena racional -aunque
aún corta- la decisión de la Secretaría de Hacienda de no rescatar a las
entidades endeudadas, en o cerca de la quiebra, con todo y que ello pudiera
derivarle costos políticos adversos.
Nunca como hoy ha sido tan claro
que México requiere -como siempre- menos versión y más acción. Menos política y
por fin. . . administración.
Con todo y que para algunos
Ernesto Cordero en su paso por la Secretaría de Hacienda del gobierno de Felipe
Calderón, no haya hecho lo suficiente y un poco más, para instrumentar mejores
controles de la tendencia, tiene razón cuando señala que los impuestos
recaudados no pueden ser empleados para tapar huecos (nuevos huecos), que ni
siquiera se sabe con certeza por qué se ocasionaron.
Cordero sugirió de hecho, que
ello sería equivalente a que el país solicitara la condonación de la deuda
externa -y eterna- que mantiene, cosa que no sucederá jamás como
tampoco la aceptación internacional de la idea de desaparecer lo adeudado.
Lo que mejor debió decir Cordero
es que no debe configurarse de nuevo, ni por equivocación, un segundo Fobaproa,
en el que el saldo por el quebranto de la banca fue absorbido por los contribuyentes,
el dinero desapareció y pocos durante poco tiempo, purgaron la pena.
Los municipios y los Estados en
México tienen que crecer en definitiva. Hacer realidad su presumida condición
de autónomos. Para ello es menester ser ordenados, no gastar lo que no se
tiene, hacer con lo que haya y recurrir solo a los préstamos en función de
auténticos proyectos con peso específico social, que favorezcan resolver -no
paliar- problemas prioritarios, cotidianos y añejos; no para obras faraónicas,
de relumbrón, ni prestaciones indebidas y hasta "programitas" a fondo perdido.
Deben pues municipios y Estados,
dejar de buscar que "otros" resuelvan sus problemas. Culpar a la federación puede ser un
intento de salida fácil para muchos emproblemados, pero no es garantía de que
su idea les sea "comprada" por la opinión pública.
¿Cómo pensar en rescatarles si
con ello lo único que crece es la desconfianza de que más adelante, pese a las
promesas de que ya no, la situación vuelva a presentarse?¿Cómo rescatarles si
muchas de las decisiones de endeudamiento fueron unilaterales -políticamente- y
los beneficios para las mayorías, cuestionables?
Todos saben que en el caso de
los municipios, cual intendentes de la nación, los efectos de no extenderles la
mano causarán mayores estragos. Empero esta pueda ser en los dos niveles, la
hora de los escarmientos, de cerrar la llave primero al interior y de sentar
precedentes después. De reducir dietas y salarios exorbitantes no
proporcionales a lo verdaderamente aportado en la vida laboral. La hora de usar
la creatividad en la nunca sencilla tarea de gobernar. De mandar a volar, de
exiliar de la administración, a quien no tenga la convicción ni el talento para
ello. Para dejar de ver la administración pública como un negocio de vilezas,
como la oportunidad para salir de pobres. Como el lugar donde el ahorro y la
prudencia en el gasto son términos desconocidos. Donde el déficit es palabra
común.
En menos palabras, la hora para
ver resurgir de las cenizas. . . al ave Fénix.
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