El primer escándalo del gobierno Nuñista.
Hugo Triano Gómez.
Es cierto que 4 meses pueden
resultar pocos para los análisis mayores de una gestión gubernamental. No
obstante la situación del Director General del ISSET Agapito Domínguez Lacroix,
no puede esperar ni un día más en el silencio, si lo que se quiere es mantener
la credibilidad del nuevo gobierno en la opinión pública.
Claro que lo que aquí se demanda
es la versión del aludido en el primer "escándalo formal y real" de la
administración Nuñista. Las demás, las de los que lo han quemado en leña verde
y hasta quienes dicen creerle pese a sus contradicciones públicas, no son más
que aderezos, infaltables en estos menesteres.
El Arquitecto que desde un
inicio "presumió" sus dotes de administrador intentando justificar su
nombramiento en una institución de salud, para el que algunos creen no tenía el
perfil, tiene que explicar cuanto antes por qué primero dijo que había
"logrado" la adquisición de medicamentos para el instituto en un
precio menor -en 32 millones de pesos- que si lo hubiera hecho con los que licitaba
el Granierismo, y después, cuando se le señaló de haber auspiciado una
asignación directa de proveedores, negó que la compra se hubiera realizado,
llegando al grado de afirmar que gracias al "préstamo" de otros institutos
benefactores y a donaciones, se
lograron obtener las medicinas para los derechos habientes.
Más aún, Agapito Domínguez debe
explicar cómo decidió emplear un documento del comité de compras que le negó su
anuencia para asignar contratos directos, como si se la hubiera otorgado. ¿Por
qué determinó sin el aval necesario seguir adelante con el proceso?¿Qué
esperaba? ¿Que nadie dijera nada, que no se dieran cuenta?
Pensar en que tenga permisos
especiales por su cercanía con el gobernador, no le hará bien a la
administración de Arturo Núñez.
En todo esto no puede perderse
de vista que fue una filtración de presuntos documentos oficiales -no
descalificados aún por ninguna autoridad- los que pusieron el tema "de la
compra sin permiso" en la palestra; es decir, que ni la contraloría ni la secretaría
de finanzas y la de administración -cabezas del comité de compras- habían reportado algo anómalo, al
menos en público. ¿No lo detectaron o lo dejaron pasar? ¿Hay algún
procedimiento interno iniciado? Es el momento de hablar.
Como se aprecia la coyuntura es
amplia y puede alcanzar a varios sectores si no llegan los deslindes
pertinentes.
¿Cómo proceder? Guardando
silencio, esquivando responsabilidades, escondiendo la cara, callando, no.
Agapito Domínguez Lacroix no es
nuevo en la vida pública, fue fiel al gobernador Núñez en sus momentos más
difíciles cuando el PRI le cerró todos los pasillos posibles y por haber dentro
de sus filas, saltándose una generación para "mandar" en Tabasco. Ello no puede
ser sin embargo motivo suficiente para que el ahora mandatario sea
condescendiente a ultranza y proclive a la omisión. Se entiende, se comprende,
que la toma de café en horas de oficina en la que fue descubierto el mismo
Agapito, le haya ameritado solo un llamado a la atención, que "no de". En este
caso sin embargo, el "gobierno del cambio" no puede darse esa clase
de lujos. Debe poner delante de quienes están interesados en el tema a Agapito
Domínguez para que aclare las dudas, lo malos entendidos, para que coteje sus
propias versiones, a que acepte su error y asuma las responsabilidades. A que
en definitiva desgrane la mazorca.
De lo que aquí suceda -deben
entenderlo también los Nuñistas- dependerá en mucho su gobierno y su fama. ¿Un
nuevo gobierno de amigos? Difícil será evitar llamarlo así, si lo escudan de
cualquier escenario, si lo ocultan, si apuestan al olvido en el asunto.
¿Cuáles son las 12 empresas
beneficiadas, cuáles los montos que percibieron y de nuevo por qué se saltó la
tranca del comité de compras, que existe precisamente para determinar en qué
casos pueden hacerse adquisiciones directas con recursos públicos? suenan a
interrogantes imprescindibles.
Del papel del perredismo en todo
esto, de su dirigente específicamente, hay que decir que vuelve a dejar cosas
que desear. Más cuando apenas hace unas horas había refrendado su dicho de que
"no entremeterse en los asuntos del gobierno, no significaba que no
advertiría o alzaría la voz cuando viera que las cosas estaban mal". Amén
de esperar la defensa de Agapito Domínguez, Roberto Romero del Valle no quiso
complicaciones y prefirió que lo incluyeran entre los acomodaticios al evitar
llamar siquiera a "su gobierno" a investigar.
Pobre, tantas ideas esbozadas,
para terminar como muchos "adaptado… a las circunstancias".
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